Lo vi llegar con su gorra y su aspecto carismático, directo a sentarse en la terraza. Le pidió un café, con leche, como el de él y se encendió el cigarro. No sé en qué pensaba, pero se le veía tranquilo, de sobremesa. Hablaron poco, él mirando al frente sumergido en sus largas caladas.
Y yo saqué la cámara y me quedé con su recuerdo y el recuerdo de otros cafés y otras sobremesas...
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